Hola, soy Lore. Y hay algo que he querido contarte hace tiempo, pero siempre encontraba excusas para no hacerlo.
Septiembre es el mes de la prevención del suicidio, y aunque este artículo no es específicamente sobre eso, sí va sobre algo que está muy conectado: la depresión. Mi depresión. La realidad de vivir con esta condición mientras intentas mantener relaciones, construir una empresa, y básicamente, existir en un mundo que a menudo no entiende que puedes estar funcionando y sintiendo que te ahogas al mismo tiempo.
No soy psicóloga ni experta en salud mental. Solo soy una mujer de 34 años que ha vivido con depresión desde los 17, y que ha aprendido (a veces de la forma más difícil) que está bien no estar bien.
Si estás leyendo esto y algo resuena contigo, quiero que sepas que no estás sola. Y si alguien en tu vida está pasando por esto, tal vez esto te ayude a entender un poco mejor.
Cuando tenía 17 y el mundo se sintió demasiado grande
La primera vez que me diagnosticaron depresión tenía 17 años. Cuarto medio, la presión de "decidir tu futuro", entrenamientos de natación 2-3 horas diarias, y en casa una tensión constante por el negocio familiar que mezclaba todo: dinero, trabajo, relaciones.
Era demasiado. Pero nadie parecía verlo.
Me preguntaban cómo me sentía, pero nadie me preguntó cuántas cosas estaba haciendo. Necesitaba a alguien que me dijera que estaba bien no tener todo claro, que no tenía que ser perfecta en todo, que era normal sentirse abrumada.
En cambio, me dieron un diagnóstico y pastillas.
Y ahí empezó algo que me acompañaría toda la vida: la vergüenza. Mi familia me pidió que no le contara a nadie. Así que no solo tenía que lidiar con lo que sentía, sino que también tenía que esconderlo.
El tratamiento en el sistema público fue desastroso. El psiquiatra se burló de mí por ir con mi mamá. Los medicamentos de esa época generaban más dependencia que ahora, y dejarlos fue casi peor que empezarlos.
Pasé años sin tratamiento después de eso. En la universidad no tenía dinero para terapia privada, así que aguantaba las crisis como podía. Sola.
Lo que nadie te dice sobre la depresión
Hay algo que creo que la gente no entiende sobre la depresión: no siempre tiene cara de tristeza.
Puedes estar en una fiesta riéndote y sintiendo un vacío horrible por dentro. Puedes estar trabajando, entrenando, cumpliendo con todas tus responsabilidades y al mismo tiempo sentir que no tienes energía para nada. Puedes parecer funcional desde afuera mientras por dentro luchas por mantener la cabeza fuera del agua.
A mí me pasa algo que me da mucha vergüenza admitir: cuando tengo problemas amorosos, me desarmo completamente. No puedo pensar, no puedo trabajar, no puedo hacer nada. Es todo llanto y oscuridad. Me bota a la cama y no hay fuerza de voluntad que me levante. He tratado de controlar esta reacción con los años, pero me afecta mucho más de lo que "debería" según los estándares sociales.
Los últimos dos años he tenido que enfrentar la muerte de dos familiares muy importantes para mí, y esos procesos me desequilibraron por completo. Afectó todas las áreas de mi vida: el trabajo, las relaciones, mi cuidado personal, todo.
Y está bien. Está bien que las pérdidas nos desarmen. Está bien que algunas situaciones nos afecten más que a otras personas. Está bien no ser resiliente todo el tiempo.
Emprender con depresión: La realidad sin filtros
Crear Nálbiko mientras vivo con depresión ha sido uno de los desafíos más grandes y complejos que he enfrentado.
Hubo un período donde no pude trabajar por un mes completo. Ni un email, ni una reunión, nada. Mi hermana tuvo que cargar con todo mientras yo me recuperaba. Y aunque me sentía culpable, entendí algo importante: es mejor parar y volver al 100% que forzarse a trabajar al 30% y entregar algo malo.
Mi hermana Kathy es mi pilar más grande en esto. Siempre hemos sido muy unidas, pero en los momentos de crisis ella es quien sostiene todo. Es difícil para ella también, pero nunca me ha hecho sentir mal por ello.
Yo también he estado ahí cuando ella ha tenido momentos difíciles, como cuando falleció su gatita. Los que tienen mascotas entenderán que esas pérdidas también necesitan tiempo y espacio para el duelo.
Esto ha influenciado profundamente la filosofía de Nálbiko. Queremos llevar este emprendimiento con amor y cuidado, con procesos que respeten nuestros tiempos humanos. Si algo no funciona, tratamos de no reaccionar como en un trabajo convencional donde todo es urgente y dramático.
Nosotras queremos que cada producto que sale a la venta nos encante completamente. Si no nos encanta, no sale, punto. La calidad y el amor con que se hacen las cosas no se transa por nada, pero tampoco nos matamos en el proceso.
También hemos adaptado el trabajo a nuestras necesidades reales. Cuando estuvimos con nuestra abuela en sus últimos días, Nálbiko nos permitió acompañarla a ella y a nuestra mamá por la flexibilidad que este trabajo nos da.
Crear una marca así, con esta filosofía, solo fue posible después de aceptar que somos humanas con limitaciones, días buenos y días malos.
Cuando tu piel refleja tu estado mental
Una de las cosas más frustrantes de mis episodios depresivos es cómo afectan mi piel.
En momentos de estrés o crisis, aparecen parches de resequedad extrema, especialmente en los párpados, que son dolorosos y difíciles de tratar. Tengo que reducir toda mi rutina a lo esencial para no estresar más mi piel.
Los medicamentos también afectan la piel. Es súper importante tomar mucha agua con cualquier tipo de medicamento (ansiolíticos, antidepresivos, antibióticos, lo que sea), tu piel lo va a agradecer.
Pero lo más difícil es que cuando estás en un hoyo emocional profundo, no tienes ánimo para nada. Ni siquiera para lavarte la cara.
Suena sucio, pero cuando estoy mal me cuesta mucho bañarme, arreglarme, ponerme ropa bonita. Tiendo a andar en pijama o buzo todo el día. Es como si cuidar mi apariencia física fuera una montaña imposible de escalar.
En esos momentos, me obligo a hacer pequeñas cosas: bañarme, ponerme perfume, usar una mascarilla, vestirme con algo bonito aunque no salga de casa, comer algo que me guste aunque sea poquito.
No siempre funciona, pero cuando funciona, es como si le mandara una señal pequeña a mi cerebro de que todavía me importo, de que todavía merezco cuidado.
El tratamiento que sí funcionó
A los 29 años volví a terapia, y esta vez fue completamente diferente.
Era una experiencia reparadora. Con la madurez de los 30, fue más fácil cuestionarme a mí misma más allá de lo que me había pasado de niña. Pude ir superando y cerrando heridas, no del todo, pero sin volver siempre a lo mismo.
En medio del tratamiento pasé por una situación muy terrible, y ahí volví a medicarme, pero esta vez junto con la terapia psicológica. Pude llorar, hablar, trabajar y seguir con mi rutina, todo acompañada. Con días de bajón y con ganas de no seguir, pero tan acompañada que pude llevar esos días de mucha mejor forma que cuando era adolescente.
La diferencia entre el tratamiento de los 17 y el de los 30 fue abismal. Mejor acceso, mejores profesionales, medicamentos más modernos, y sobre todo, yo era una adulta que podía tomar sus propias decisiones sobre su salud mental.
Pero la clave fue encontrar profesionales que me entendieran y tratamientos que me funcionaran. Y eso tomó tiempo, varios intentos, y la suerte de poder pagarlo.
Los gatilladores que he identificado
Con los años he aprendido a reconocer qué cosas me desequilibran más:
🌧️ Todo lo relacionado con el amor y las relaciones me afecta desproporcionadamente.
🌧️ La sensación de no ser lo suficientemente inteligente o capaz, esa idea de que no ser buena para las matemáticas o las ciencias me hace una persona de menos valor.
🌧️ Las pérdidas y los duelos me desarman completamente.
🌧️ Las imágenes violentas o el exceso de información traumática.
🌧️ La presión social y las expectativas externas sobre cómo "debería" estar funcionando.
Reconocer estos patrones me ha ayudado a manejar mejor las crisis, pero no a evitarlas. Y está bien. No se trata de prevenir todos los episodios, sino de tener herramientas para cuando llegan.
La importancia del acompañamiento
Una de las cosas más importantes que he aprendido es que vivir procesos difíciles en soledad no es bueno.
Cuando han muerto familiares importantes, cuando he tenido rupturas, cuando he pasado por crisis, el tener tratamiento psicológico o algún tipo de apoyo (como terapia, espiritualidad, amigos, familia) ha hecho toda la diferencia.
No porque "curen" la depresión o eliminen el dolor, sino porque te recuerdan que no estás sola en esto.
Mi hermana es mi apoyo más grande, pero también he aprendido que no puede ser la única. Necesitamos redes, profesionales, espacios seguros donde poder ser vulnerables sin juicio.
Lo que el emprendimiento me ha enseñado sobre la depresión
Crear Nálbiko me ha enseñado que puedo vivir con depresión y aun así construir algo bello y exitoso ❤️🩹
No a pesar de mi depresión, sino incorporándola como parte de mi realidad. Aprendiendo a trabajar con mis ritmos, respetando mis límites, creando espacios de flexibilidad y autocuidado.
También me ha enseñado a ser más honesta sobre lo que necesito. Si necesito parar, paro. Si necesito ayuda, la pido. Si necesito adaptar el trabajo a mi realidad mental, lo hago.
Y esto se refleja en cómo creamos nuestros productos: pensando en mujeres reales, con vidas complejas, que necesitan rutinas de cuidado que sean simples, efectivas, y que no añadan presión a sus días.
Para quienes están leyendo esto
Si llegaste hasta acá y algo de esto resuena contigo, quiero que sepas algunas cosas:
💜 No estás sola. Aunque la depresión te haga sentir aislada, hay muchas de nosotras navegando esto.
💜 Está bien no estar bien. No tienes que fingir que todo está perfecto todo el tiempo.
💜 Puedes estar funcionando y sintiendo que te ahogas al mismo tiempo. Eso no te hace falsa o dramática.
💜 Buscar ayuda profesional no es debilidad, es autocuidado.
💜 Tus ritmos y tus necesidades son válidos, aunque no coincidan con lo que la sociedad espera.
💜 Mereces cuidado y comprensión, especialmente de ti misma.
💜 No tienes que "superar" la depresión para tener una vida valiosa. Puedes vivir una vida plena mientras la manejas.
Recordatorio importante: Cada persona es diferente, y lo que me ha funcionado a mí puede no funcionarte a ti. Es importante encontrar tu propio camino con ayuda profesional.
Una reflexión final
Escribir esto me ha tomado meses de valor. Porque hablar de depresión sigue siendo tabú, especialmente cuando eres emprendedora y se supone que deberías proyectar fortaleza y éxito todo el tiempo.
Pero creo que necesitamos más honestidad sobre esto. Necesitamos normalizar que se puede ser exitosa y estar deprimida. Que se puede construir algo hermoso mientras se lucha con la salud mental. Que se puede ser fuerte y vulnerable al mismo tiempo.
Mi depresión no define quién soy, pero sí es parte de mi historia. Ha influenciado cómo trabajo, cómo me relaciono, cómo cuido mi piel, cómo entiendo el autocuidado.
Y tal vez, al compartir esto, alguien que está leyendo se sienta un poco menos sola en su propia lucha.
Si ese alguien eres tú, quiero que sepas que te veo, que tu experiencia es válida, y que mereces todo el cuidado y la comprensión del mundo.
Tu vida tiene valor. Esto es temporal. No estás sola 💜
Con amor y comprensión, Lore