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Carta desde la piscina: Lo que la natación me enseñó sobre el cuidado de la piel (y la vida)

5:30 AM: El mundo todavía duerme

A las 5:30 de la mañana, mientras el resto del mundo duerme, nosotras ya estamos despiertas. El despertador suena y por un segundo, consideramos la posibilidad de quedarnos en la cama. Especialmente en invierno, cuando afuera está oscuro y llueve, cuando la cama está tibia y el mundo parece tan frío.

Pero nos levantamos igual.

Nos levantamos porque hace años aprendimos algo que no te enseñan en los libros de autoayuda: que la disciplina no es sobre sentirse motivada todos los días. Es sobre hacer algo incluso cuando no tienes ganas… especialmente cuando no tienes ganas.

Y es que nosotras, Kathy y Lore, las hermanas detrás de Nálbiko, tenemos una confesión que hacer: somos nadadoras. No de esas que aparecen en las Olimpiadas ni nada parecido. Somos nadadoras de la liga máster, esa liga "no profesional" donde adultos que trabajan, que tienen mil responsabilidades, que a veces no durmieron bien, se levantan más temprano para meterse en una piscina con olor a cloro y nadar como si la vida dependiera de ello.

Y tal vez sí depende.

La piscina como refugio (y campo de batalla)

Cuando era niña, yo (Kathy) odiaba ser la más lenta. Siempre la última en la pista, siempre viendo cómo las demás ya habían terminado mientras yo seguía luchando por completar los entrenamientos. Era frustrante. Era humillante. Era... disciplina, aunque no lo supiera en ese momento.

Lore, por su parte, tenía más talento natural. Llegó a clasificar a nacionales en estilo pecho. Pero, aun así, nunca fue "la mejor del país" ni nada parecido. Éramos, simplemente, dos niñas que nadaban porque nuestros papás creían que era importante hacer deporte.

Cuando salimos del colegio, paramos. La universidad, la vida adulta, las responsabilidades... todo eso que pasa cuando creces. Durante años, la natación fue solo un recuerdo de la infancia.

Hasta que llegó la pandemia. O mejor dicho, hasta que la pandemia se fue.

Con 29 y 30 años, volvimos al agua. Y algo mágico pasó: encontramos nuestro lugar. Un club lleno de adultos como nosotras, algunos que nunca habían competido en su vida, algunos que habían aprendido a nadar de grandes, todos unidos por algo simple pero poderoso: el deseo de ser mejores que la versión de ayer.

Las lecciones que solo el cloro me pudo enseñar

Lección #1: Los resultados más valiosos son invisibles para el resto del mundo

En natación, entrenar meses para mejorar un segundo es normal. Una centésima de diferencia puede ser la diferencia entre un récord personal y un día cualquiera. Para el resto del mundo, es prácticamente nada. Para nosotras, es todo.

Crear Nálbiko nos ha enseñado lo mismo. Trabajas semanas en reformular un producto, y tal vez solo tres personas noten la diferencia. Publicas contenido con amor durante meses, y tal vez solo una persona te escribe para decirte que la ayudaste. Cambias un ingrediente por uno más sustentable, y quizás nadie se da cuenta.

Pero nosotras sí. Y eso basta.

La natación me enseñó que los cambios reales, los que importan, son pequeños, constantes, casi imperceptibles. Como cuidar tu piel. Como cuidar una marca. Como cuidar una relación entre hermanas 💜

Lección #2: Está bien ser "mala" en algo y hacerlo igual

Hoy sigo siendo lenta. Después de todos estos años, sigo llegando última a la pared la mayoría de las veces. Y, sabes qué? Está bien.

Porque aprendí algo importante: no tienes que ser la mejor para merecer estar ahí. No tienes que ser perfecta para intentarlo. No tienes que tener todo resuelto para empezar.

Esto lo aplicamos todos los días en Nálbiko. No somos las mejores marketeers del mundo. No tenemos el presupuesto más grande. A veces nos equivocamos feo con una campaña o un producto. Pero seguimos ahí, como en el agua, dando brazadas.

Y sabes qué es lo más loco? Las personas más fieles a Nálbiko les encanta que no seamos perfectas. Porque cuando sus productos llegan con pequeños defectos, les escribimos personalmente para disculparnos. Porque cuando no sabemos algo, lo admitimos.

La piscina me enseñó que la vulnerabilidad puede ser un superpoder.
Lección #3: La disciplina es amable, no cruel

Durante mucho tiempo pensé que la disciplina era sobre castigarte cuando no tenías ganas. Sobre obligarte a hacer cosas que odiabas porque así "lograrás ser mejor".

La natación me enseñó que eso es mentira.

La disciplina real es levantarte a las 5:30 AM no porque odias tu cama, sino porque sabes cómo te vas a sentir a las 8:00 AM cuando salgas del agua. Es esa sensación de "lo logré" que no te da nada más en el mundo. Es el desayuno después del entrenamiento que sabe mil veces mejor. Es la energía que tienes todo el día porque hiciste algo por ti antes de que el mundo te pidiera mil cosas.

En Nálbiko tratamos de aplicar esta filosofía: el cuidado de la piel no puede ser una obligación más. Ya tenemos suficientes. Tiene que ser un regalo que te haces. Un momento para ti. Una forma de decirte "me importas" antes de salir a enfrentar el día.

8:00 AM: El momento de la verdad

Hay un momento, cada vez que salgo de la piscina, en que todo cobra sentido.

Es cuando piso el borde con los músculos cansados, la respiración todavía agitada y siento algo que no puedo conseguir de ninguna otra manera: la satisfacción profunda de haber cumplido conmigo misma.

No importa si fui la más rápida o la más lenta. No importa si bajé mi tiempo o si apenas completé la tarea. Lo que importa es que estoy ahí. Que elegí cuidarme.

Y en ese momento entiendo por qué hacemos Nálbiko.

No es solo por crear productos lindos o por tener una marca exitosa. Es por esa sensación. Es por poder ofrecerle a alguien más la oportunidad de cuidarse, de regalarse un momento, de decirse "me importo".

El silencio bajo el agua

Hay algo mágico en esos momentos bajo el agua, cuando estás en el medio de una brazada y el mundo de arriba desaparece. No hay ruido, no hay distracciones, no hay notificaciones. Solo tú, tu respiración, y el ritmo de tu cuerpo moviéndose.

En esos momentos, se calman todas las responsabilidades que dan vueltas en tu mente como los pedidos por enviar, las respuestas de email pendientes, las preocupaciones sobre si la marca va bien.

Y ahí, en ese silencio bajo el agua, a veces llegan las mejores ideas. La inspiración para un nuevo producto. La solución a un problema que llevabas semanas dándole vueltas. O simplemente, la paz de saber que por estos 60 minutos, no tienes que ser nada más que una mujer que nada.

Eso es lo que queremos transmitir con Nálbiko: ese momento de pausa, ese silencio mental, esa conexión contigo misma.

Compañeras de pista

Una de las cosas más lindas de volver a nadar y competir de adultas fue conocer personas nuevas.

En las competencias hemos conocido mujeres increíbles de todas las edades. Algunas de 70 años, que comenzaron a nadar después de jubilarse. Mamás de niños pequeños que nadan a las 5 am porque es la única hora que tienen para ellas. Mujeres que trabajan por turnos y entrenan después de jornadas de 24 horas.

Todas diferentes, todas con sus historias, todas ahí por la misma razón: porque decidieron cuidarse y ponerse como prioridad.

Y hay algo precioso en esa decisión compartida. En saber que no estás sola en esto de levantarte temprano, de ser disciplinada contigo misma.

Si has llegado hasta acá, gracias 💕 y quiero contarte algo:

No tienes que ser nadadora para entender esto. No tienes que levantarte a las 5 AM para merecer cuidarte (como nos han hecho creer). No tienes que ser disciplinada en todo para ser valiosa.

Lo que queremos que sepas es que el autocuidado es un acto de resistencia. En un mundo que nos pide ser perfectas, productivas, disponibles 24/7, tomarte un momento para cuidarte es un acto revolucionario.

Y no tiene que ser complicado. Puede ser tan simple como lavarte la cara con más atención. Como aplicarte una crema pensando en lo que estás haciendo por ti. Como mirarte al espejo con amor en lugar de crítica.

La piscina nos enseñó que los rituales simples, repetidos con constancia, tienen el poder de transformar no solo tu cuerpo, sino la relación contigo misma.

Y eso es lo que esperamos que Nálbiko sea para ti: no una obligación más, sino una invitación diaria a cuidarte. A decirte que mereces esos minutos. Que mereces productos que funcionen. Que mereces sentirte bien en tu piel.

8:30 AM: Lista para el día

Cuando salgo de la piscina, siempre pasa lo mismo: me siento lista para todo. Los problemas siguen ahí, las responsabilidades no han desaparecido, pero algo cambió. Tengo más energía, más claridad, más paciencia.

Esa es la sensación que queremos que tengas cada mañana. No que seas una persona diferente, sino que seas la mejor versión de la persona que ya eres.

La versión que eligió cuidarse. La versión que se regaló unos minutos. La versión que está lista para lo que venga.

 

PD: La próxima vez que no tengas ganas de hacer algo bueno por ti como ir al gimnasio, cuidar tu piel, llamar a esa amiga… recuerda esto: la disciplina no es castigo, es un regalo. Y tu yo de dentro de una hora te va a agradecer.

Con amor desde la piscina, Kathy 💕